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Todo en orden, ¡ya casi!

¿Juventud rebelde? La Aurora, estigmatización y los Carlotos andinos. 1960-1969. 

[INVESTIGACIÓN] Este trabajo es un intento por abordar cómo La Aurora, periódico local de la ciudad de Los Andes, construyó, entre 1960 y 1969,  una representación estigmatizante de los grupos sociales juveniles, principalmente, por medio de la cobertura noticiosa dada a los llamados Carlotos del barrio Centenario, asociando, de una manera escasamente contrastada e indagada, el comportamiento de estos con acciones delictivas dentro y fuera del sector. Este planteamiento se levanta por medio de la revisión de las narrativas utilizadas por el medio dentro de sus publicaciones, exponiendo una serie de aspectos que dan forma al “etiquetaje” dado a los segmentos juveniles. 

Según plantea Salazar, durante las décadas de 1950 y 1960 se produjo un incremento significativo en la visibilidad y participación de los jóvenes en la vida social chilena. Este fenómeno tuvo lugar en un contexto caracterizado por mayores proyecciones en los ámbitos formativo y laboral,  donde, “a la inversa del pasado” , el futuro se mostraba más abierto1. Las juventudes – entendidos ahora como sujetos de poder2– emergieron como actores activos,  comenzando a manifestar tensiones y desencuentros con las generaciones adultas precedentes. Estas fricciones no solo respondieron al mayor acceso de los sectores medios a la educación secundaria,  superior y a la participación en la economía formal3, sino, también, a la apropiación y resignificación de nuevas expresiones culturales —especialmente musicales, cinematográficas y estéticas— que irrumpieron con fuerza en el país, configurando identidades juveniles visibles, y  cada vez más diferenciadas de los modelos tradicionales4.

Estas nuevas expresiones, lejos de ser observadas con neutralidad,  fueron objeto de constantes cuestionamientos por los sectores más conservadores y, especialmente, por la prensa de corte sensacionalista del periodo, influida tanto por las representaciones difundidas por las industrias cinematográfica y musical, como por las teorías psicosociales hegemónicas que intentaban explicar y, en muchos casos, patologizar el comportamiento de los jóvenes5. La prensa escrita contribuyó de forma activa a la elaboración y difusión de representaciones estigmatizantes de la juventud, instalando una narrativa centrada en la rebeldía, el ocio, el descontrol,  la amenaza al orden social e incluso al desquiciamiento6. A través de sus discursos, se asoció sistemáticamente a la juventud con prácticas delictivas, promoviendo un clima de alarma pública y reforzando un estado de “pánico moral”, producido por grupos de niños y jóvenes que eran vistos como una amenaza a los valores e intereses sociales7

En 1959, Carlos Boassi Valdebenito, un joven santiaguino de 17 años proveniente de una familia acomodada, se vio implicado en un trágico suceso que culminó con la muerte de su entonces pareja, Luz María Tamargo, de 15 años, como consecuencia de un disparo con complicidad de Boassi. La singularidad del caso no solo radica en su trágico desenlace, sino, también, en el perfil de sus protagonistas, quienes eran identificados como parte de la denominada “generación colérica”, vinculada a expresiones de rebeldía, cambios en los códigos estéticos y cuestionamientos a las normas sociales establecidas. Este suceso captó rápidamente la atención de la opinión pública, y dio lugar a un amplio debate mediático en torno a la juventud, las pandillas urbanas y las conductas transgresoras que, según ciertos sectores, estas representaban8.

A partir de este caso, surgió la denominación “Carlotos9” y de “acarlotarse10”,  para referirse, en el primer caso,  a grupos juveniles provenientes de familias de clase media, considerados problemáticos, quienes comenzaron a ser descritos no sólo  como símbolo de desacato a la autoridad, sino principales responsables de delitos que perturbaban el orden urbano. Por otro lado, el segundo término hacía referencia a una “actitud burlesca o vandálica” tomada por ciertos jóvenes en espacios públicos, a los que se asignaba -también-  una estética similar a la que se presentaba de Boassi en los medios11

En Los Andes, desde 1960 se comenzaron a registrar titulares en los que se hacía referencia a estos grupos, particularmente en sectores como Centenario, donde proliferaban encuentros de jóvenes. Cabe destacar que la prensa concentró su atención en jóvenes varones, mientras que a las mujeres adolescentes involucradas en situaciones similares se les continuó denominando Coléricas12. Sin embargo, en los numerosos grupos también formaban parte amigas, parejas o familiares de estos, sin que su rol fuese visibilizado o registrado como protagónico en los periódicos. 

Uno de los principales medios de prensa local, La Aurora, caracterizó a los Carlotos mediante un lenguaje alarmista y criminalizante. Por ejemplo, “apatotados y con cortaplumas en mano”, el diario señalaba -a principios de los 60- que los Carlotos habían reaparecido después de meses de “tranquilidad” en el barrio, y que habían tomado posesión de locales céntricos, amenazando y destruyendo “tapas de alcantarillado o de sifones que encontraron a su paso”13. Expresiones como “enemigos de la sociedad”,  “de Carlotos a criminal hay un solo paso de diferencia”14,  “semillas de maldad”15 o “delincuentes del futuro”16 ejemplifican el tono condenatorio presente en estas coberturas a lo largo del periodo.

En este mismo marco, por intentos de asesinato a un peatón y  detenciones regulares, la  prensa instaba durante este año a elaborar un “registro de Carlotos andinos, para dejarlos con citación permanente al juzgado, con el objeto de controlarlos al igual que un delincuente”17, más allá de la comprobación efectiva de su participación en delitos.

De esta manera, el año 1960 se constituyó como un periodo clave en la visibilización mediática de estos grupos, posiblemente influido por la atención nacional que había generado el caso Boassi. En agosto, por ejemplo, La Aurora publicó una nota acusando a los Carlotos de dañar el tapiz de seis vehículos del sector con cuchillos y hojas de afeitar, además de reventar neumáticos. Exclamando  un sentimiento de alarma y exigencia de justicia, el medio describió la reacción de los vecinos frente al hecho de la siguiente manera:

“Entre los vecinos del centenario se ha alzado unánime clamor de protesta por estos sucesos cavernarios, y es así como todos tratan de ubicar allí a los autores para entregarlos a la justicia”18.  

No hay mayores datos entregados por la prensa sobre este suceso. Sin embargo, pocos días después, el periódico aludió a la existencia de una  “verdadera guerrilla”19 entre distintos grupos de Carlotos, los que se culpaban mutuamente por los incidentes antes descritos. Conceptos como el “hampa chica”20  eran los utilizados por el medio para describir el escenario que, estas “patotas”, habían construido en esta parte de la ciudad, contribuyendo a consolidar una narrativa que asociaba lo juvenil con lo delictivo y al riesgo que corría el barrio con su presencia. Frente a este tipo de situaciones, el diario exclamó, en un par de publicaciones, la necesidad manifestada por los vecinos de levantar un retén en el sector, pues, para controlar la acción de los Carlotos,  las rondas policiales eran insuficientes21

Las interpretaciones dadas por la prensa al “fenómeno juvenil” estructuraron una edición de las noticias sin mayores profundizaciones ni contrastes de información, suponiendo continuamente la culpabilidad de los Carlotos en situaciones de delito. Así se observa en octubre del mismo año, cuando el medio, definiéndolos como “criminales”, acusó a un grupo de jóvenes de intentar incendiar una vivienda en Centenario, cerrando la nota con una sentencia categórica; “los autores no pueden ser otros que esos vagos que andan inventando maldades”22

La estructura noticiosa del diario durante esta década siguió concentrándose en los posibles vínculos entre los grupos de jóvenes y diversos actos de vandalismo, en el que no se lograba identificar de manera clara a los responsables ni se comprobaba su participación efectiva en los hechos reportados. La suposición, en este ámbito, adquirió un carácter recurrente dentro de las publicaciones, las que expresaban de manera regular la falta de buenos resultados en las investigaciones o la exculpación de los Carlotos en hechos que “perfectamente puede cargárseles lo malo” 23

Por otro lado, no existió una clara diferenciación entre una asociación propiamente delictiva y aquellas que correspondían a actitudes dadas en la interacción producida en espacios de dispersión juvenil, como malones o reuniones informales, regularmente vistas como expresiones de alteración del orden. Esta ambigüedad se evidencia, por ejemplo, en mayo de 1962, cuando un grupo de jóvenes fue acusado de “haber intentado abusar de una muchacha” mientras ésta se dirigía a su domicilio en la población de río24. En este caso particular, la publicación presentada posee un carácter más concreto y específico, pues la noticia no solo señala el nombre de la víctima denunciante, sino también a los protagonistas del delito y a los funcionarios encargados de la investigación. En función de esto, la descripción dada en esta cobertura se hace más extensa, incorporando, incluso,  el lugar,  horario en el que se efectuó el hecho, así como los resultados y sanciones judiciales dadas a los victimarios. Sin embargo, meses antes, el mismo medio había informado mediante un breve cuerpo, que vecinos del barrio Centenario “debieron salir de sus casas a prestar auxilio a una pareja que estaba siendo atacada por una banda de Carlotos”25, sin proporcionar mayores detalles ni evidencia que permitiera contextualizar o verificar la acusación. Así, el estilo de escritura de la prensa tendió a vincular distintas formas de comportamiento juvenil bajo una misma categoría: la  problematizadora. 

Desde 1963, hacia finales de la década, las coberturas  noticiosas sobre los Carlotos en el diario La Aurora fueron disminuyendo considerablemente. No obstante, de manera esporádica, se continuó informando sobre su “reaparición”, especialmente en el barrio Centenario, espacio en el que – se destaca- invadían “la plaza Valentín Pardo y las esquinas centrales de la población”26, asociándolos con altercados, desórdenes públicos y diversas agresiones contra transeúntes27, alterando la tranquilidad del barrio. Contrariamente, su ausencia o “desaparición” no fue indiferente para el medio, y se destacó como un factor garante del éxito de las actividades comunitarias organizadas en Centenario. Por ejemplo, en  la cobertura dada un campeonato de baby fútbol llevado a cabo en el sector,  el diario expresaba el buen desarrollo de este de la siguiente manera:

“En un ambiente de absoluta y ejemplarizadora corrección, sin manifestaciones de incultura ni dentro ni fuera del recinto se desarrolló anoche el programa de baby fútbol que se disputa en el estadio Centenario… Lo ocurrido sirvió para demostrar que los únicos promotores de incidentes son aquellos muchachones que se sienten unos Batman buscando el apodo de Carlotos” 28.

De esta manera, los jóvenes centenarinos, junto con ser quienes con más frecuencia se mencionan en las noticias,  se transformaron en la representación  simbólica del concepto, pues,  en todos aquellos sucesos que no ocurrieran dentro del margen de esta población, y en cuyas acciones se vieran involucrados grupos juveniles, se tendió a verbalizar el término29

Si bien en la cobertura dada al fenómeno durante la década del 60 se presenta una tendencia a la criminalización, Abel Cortez, en su trabajo  Memorias de Centenario: Relatos escritos desde la comunidad30 ,entrega una serie de testimonios de quienes fueron parte del grupo de jóvenes del sector durante el periodo definido, permitiendo reconstruir un sentido propio de la experiencia. 

Desde esta fuente, una definición dada a los Carlotos señala que estos eran un grupo  constituido “en su mayoría por jóvenes que se juntaban en la esquina de los Tacchini”31, que “molestaban con bromas a las personas que pasaban por ahí, cuestión que los adultos de la época consideraban mala educación debida a gente de mal vivir”32. Eran, también, “buenos para bailar, hacer fiesta y jarana, en una época donde la rebeldía juvenil se hacía presente”33

Dice María Isabel Barros, parte del grupo,  que los Carlotos en su “mayoría eran  estudiantes de educación media del liceo, del Instituto Comercial, del Liceo América, algunos universitarios y otros jóvenes que trabajaban”34. Así mismo, según Julio Tacchini, los Carlotos no eran nada más que un grupo de amigos como cualquier otro, que se reunían a hacer deportes, fútbol, boxeo y básquetbol, y, también, a hacer fiestas o reuniones sociales en el barrio. Un grupo de amigos que se juntaba a  pasarlo bien, e incluso, independiente de una que otra fechoría, hacían también actividades de beneficencia y “como las noticias no tenían nada que escribir, inventaban una que otra cosa”35,  finaliza.    

En definitiva, la cobertura dada a los Carlotos por La Aurora durante los 60  consolidó una narrativa que vinculó lo juvenil con lo delictivo, lo que pareciera haberse mantenido los años posteriores con ciertas variaciones en el uso de su terminología, pues, en ciertas publicaciones que involucraban a jóvenes,  no se observa la continuidad del término Carloto para asociarlo con lo delictivo, erigiéndose, a la vez, otras designaciones descriptivas de las situaciones en los que estos se veían envueltos36. De esta manera, el uso de un lenguaje alarmista se mantuvo, contribuyendo a la configuración de una representación conflictiva y estigmatizante de las juventudes. Por otra parte, si bien es posible identificar coberturas sobre los “Carlotos” en otros medios de prensa locales37, aún es materia pendiente una revisión que permita determinar si dichos medios presentan un grado similar de constancia y coherencia discursiva en relación con La Aurora, lo que permitiría ampliar el campo investigativo en torno al fenómeno juvenil en la ciudad de Los Andes.

  1. Gabriel Salazar y Julio Pinto, Historia Contemporánea de Chile V: Niñez y Juventud (Santiago: LOM, 2002), 105. ↩︎
  2. Mattelart, Michelle, y Armand Mattelart. Juventud chilena, rebeldía y conformismo. Santiago: Universitaria, 1970. ↩︎
  3. Gabriel Salazar y Julio Pinto, Historia Contemporánea de Chile V: Niñez y Juventud (Santiago: LOM, 2002), 107 ↩︎
  4. Igor Goicovic, «Del contrato social a la política social. La conflictiva relación entre los jóvenes populares y el Estado en la historia de Chile», Última Década, no. 12 (2000), Valparaíso: Ediciones CIDPA.
    ↩︎
  5. Yanko González Cangas, “Primeras culturas juveniles en Chile: Pánico, malones, pololeo y matiné,” Atenea (Concepción), diciembre de 2010, p.19-20
    ↩︎
  6. “Desquiciamiento moral de la juventud y la adolescencia”. El Correo de Valdivia, 29 de abril de 1959, p. 3. ↩︎
  7. Cohen, Stanley. 2002. Folk Devils and Moral Panics. The Creation of the Mods and Rockers. London: Routledge. ↩︎
  8. La figura de Carlos Boassi fue, desde ese entonces,  representada como la de un joven rebelde . A nivel estético se destacaba que “usaba, como los personajes de James Dean o Marlon Brando, chaqueta de cuero negro” y poseía una motocicleta italiana. “Se peinaba a la gomina y tenía arrastre con las jovencitas”. Yanko González Cangas, “Primeras culturas juveniles en Chile: Pánico, malones, pololeo y matiné,” Atenea (Concepción), diciembre de 2010. ↩︎
  9. Representación, proveniente de Carlos,  dada a los grupos de jóvenes adolescentes provenientes de familias de clase media, que bordean los 15 a 20 años. A las infancias envueltas en episodios mediáticos  la prensa continuó llamando Coléricos, designación que, previó al caso Boassi, involucraba tanto a niños y adolescentes. ↩︎
  10. <<En el acto matinal del domingo último frente al teatro Andes, dos muchachones  de la nueva ola, del tipo colérico y desvergonzado, trataron de <<acarlotarse>> con los estudiantes y el público, pero esta vez sus intenciones fueron oportunamente frenadas>>. “Se fueron de zumba los Carlotos. Gran Lección”. Diario La Aurora. 19 de diciembre de 1961. ↩︎
  11. “Muchachones vestido[s] al estilo Carloto”. Diario La Aurora,  26 de marzo de 1960. ↩︎
  12. Diario La Aurora, “Del Buen Pastor se fugó una colérica”, 27 de enero. 1960. ↩︎
  13. “Reaparecen Carlotos de Centenario”. Diario La Aurora, 7 de enero de 1960. ↩︎
  14. Ibíd. ↩︎
  15. “Carlotos pantalón corto aparecen: Arremetieron contra Centro Pro Adelanto”. Diario La Aurora, 27 de marzo de 1961/En este ejemplo se puede concluir el uso de una terminología cinematográfica, pues “semilla de maldad” fue la rotulación que en Chile se le hizo a la película Blackboard Jungle (1955). ↩︎
  16. “Otra vez los Carlotos”. Diario La Aurora,  3 de enero de 1963 ↩︎
  17. “Carlotos quisieron matar a un peatón”. Diario La Aurora,  26 de marzo de 1960.
    ↩︎
  18. “Todo Centenario busca a los Carlotos”. Diario La Aurora,  24 de agosto de 1960. ↩︎
  19. “Guerrilla entre los Carlotos”. Diario La Aurora. 27 de agosto de 1960. ↩︎
  20. El hampa chica dice relación con aquellos grupos de personas (maleantes, vándalos o delincuentes) propias de una ciudad pequeña o provincia  que se asocian al delito o a la delincuencia. Poseen sus propios códigos, valores y formas de resistencia.    ↩︎
  21. “Otra vez los Carlotos”. La Aurora, 3 de enero de 1963/ “Centenario comienza a colmar por un Retén”. Diario La Aurora, 29 de septiembre de 1969. ↩︎
  22. “Falló un incendio de los Carlotos”. Diario La Aurora,  17 de octubre de 1960.
    ↩︎
  23. La Aurora, 18 de enero de 1961/ ”Pobres Carlotos: Los culpan de todo”. Diario La Aurora, 3 de enero de 1961. ↩︎
  24. “Carlotos en la población del río”. Diario La Aurora, 8 de mayo de 1962. ↩︎
  25. “Banda de Carlotos reaparece en el Centenario”. Diario La Aurora, 6 de febrero de 1962. ↩︎
  26. “Otra vez los Carlotos”. Diario La Aurora, 3 de enero de 1963. ↩︎
  27. “Llueven denuncias contra  Carlotos”. La Aurora, 29 de diciembre de 1966
    ↩︎
  28. “Desaparecieron los <<carlotos>> y volvió la tranquilidad al Baby”. Diario La Aurora, 17 de enero de 1968.
    ↩︎
  29. “Personal de carabineros detuvo ayer en la Plaza de Armas a las 17 hrs. a dos estudiantes que dándoselas de Carlotos, se encontraban dedicados a destrozar los jardines”. Diario La Aurora, 6 de diciembre de 1963.
    ↩︎
  30. Abel Cortez Ahumada, Memorias de Centenario: Relatos escritos desde la comunidad (Los Andes, diciembre 2021). ↩︎
  31. Abel Cortez Ahumada, Memorias de Centenario: Relatos escritos desde la comunidad (Los Andes, diciembre 2021), p. 54.
    ↩︎
  32. Cortez Ahumada, Memorias de Centenario, 147. ↩︎
  33. Cortez Ahumada, Memorias de Centenario, 163,164. ↩︎
  34. María Isabel Barros Carrasco, entrevista por Luis Crisóstomo Celedón, Los Andes, febrero de 2025. ↩︎
  35. Julio Andrés Tacchini Gajardo, entrevista por Luis Crisóstomo Celedón, Los Andes, febrero de 2025 ↩︎
  36. “Cabros destrozan la pileta de la plaza”. Diario La Aurora. 15 de diciembre de 1971/  “Marihuaneros se robaron dos automóviles”. Diario La Aurora. 14 de julio de 1972. ↩︎
  37. “Carlotos Centenarinos”. La Nueva Prensa. 5 de abril de 1967, ↩︎